martes, 1 de enero de 2019

Baltasar

Era la mañana del 24 de diciembre.

Lucas amanecía deseando enseñarme tooodos los trabajos que había hecho en el cole. Empezó por los de escritura, proyectos, matemáticas... detalle a detalle disfrutando al contarlo como si de esa forma reviviera los momentos en clase con sus compañeros. Daba gusto oirle.

Lo último que me enseñó fue un folio con el dibujo de un Rey Mago.

- Mamá, aquí había que dibujar lo que te pides a los Reyes Magos.

El espacio era blanco y el había dibujado cuatro cuadrados, dentro de cada uno de ellos había pintado un regalo. Empezó a contarme bajo mi asombro conmovido.

- Este primero eres tú. He pedido una mamá y eres tú. Imagina... como cuando no tenía y viniste tú.

(No sabía cómo tragar las lágrimas del corazón.)

- Esto es un corazón -no había duda, lo había dibujado perfectamente- me he pedido un corazón. - Dijo sonriendo.

Imagino que quería decir que había pedido amor... me quedé con la duda. No quise interrumpirle para no trascocar “su discurso”.

- Y estos dos son una pelota y una mascota.

Como era de esperar, pues el fútbol es su pasión y su locura (locura de ambos porque me trae de cabeza). Y lo de la mascota... siempre ha querido un perro, por suerte, matizó para mi sorpresa.

- Una mascota... ¡tortuga!

Debió pensar que como lo del perro no estaba dando fruto, lo intentaría con algo más pequeño.

Y así... empezó la Nochebuena en casa.